Vivía en tiempo del Buddha, una joven muy bella, inteligente y bien educada llamada Mallikā, fuente de alegría para sus progenitores. Un día, con sus dieciséis años recién cumplidos, Mallikā fue con sus amigas a los jardines florales públicos llevando en su cesto tres porciones de arroz para la comida. Al salir por la puerta de la ciudad se cruzaron con un grupo de ascetas que entraban en Sāvatthī para efectuar su ronda de mendicantes. El líder del grupo llamó la atención de Mallikā: un hombre cuya magnificencia y belleza sublime le causó tal impresión que la joven le ofreció, impulsivamente, toda la comida que portaba en su cesta.