Grandes Discípulos del Buddha: El Venerable Ananda

Mié, 20/07/2011 - 12:08
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En este artículo Maggacitta nos ofrece una reseña de la vida del Venerable Ānanda, quien fue asistente personal del Buddha, y principal receptor de las enseñanzas que fueron registradas en el Primer Concilio Buddhista, tres meses después de la muerte del Buddha.

El camino personal de Ananda

Entre los grandes bhikkhus de la comitiva del Buddha, el Venerable Ananda ocupaba una posición única en muchos aspectos. Según la tradición, Ananda, al igual que el Buddha, descendió a la Tierra desde el Paraíso de Tusita y nació el mismo día y en la misma casta que el Bienaventurado, la casta guerrera de la familia real de los sakyas. El padre de Ananda, Amitodana, era hermano del padre del Buddha, Suddhodana, y los dos primos crecieron juntos en la capital sakya de Kapilavatthu.

A los treinta y siete años, Ananda se unió a la orden de bhikkhus junto con Anuruddha y Devadatta, también primos del Buddha. Ananda fue siempre un discípulo entregado y diligente. Durante su primer retiro de las lluvias alcanzó el fruto de acceso a la corriente. La vida de bhikkhu siempre satisfizo plenamente a Ananda, quien había comprendido las bendiciones que resultan de la renuncia. Durante el primer año de su vida como bhikkhu, Ananda se dedicó de lleno a la purificación de su mente; se integró sin dificultad en el Sangha y, poco a poco, desarrolló gran entereza y poder mental.

Cuando el Buddha y Ananda tenían ambos cincuenta y cinco años de edad, el Buddha convocó a la asamblea de bhikkhus y declaró: "En mis veinte años como dirigente del Sangha he tenido muy distintos asistentes, pero ninguno de ellos ha desempeñado el cargo a la perfección. Ahora preciso de un asistente que merezca toda mi confianza". Inmediatamente todos los nobles discípulos, menos Ananda, ofrecieron sus servicios al Buddha. Cuando se le preguntó a Ananda por qué no había ofrecido sus servicios, respondió que el Buddha sabía mejor que nadie quién era la persona adecuada para ser su asistente. Entonces, el Buddha declaró que Ananda le satisfaría como asistente y aceptó el cargo sin un atisbo de orgullo. A partir de entonces y durante veinticinco años, Ananda fue compañero, asistente y ayudante constante del Bienaventurado.

La celebridad de Ananda

Ananda era tan competente como maestro del Dhamma que el Buddha no dudaba en pedirle que tomara su lugar cuando él mismo no se sentía en condiciones. A veces el Buddha profería ante los monjes una declaración condensada y muy breve sobre el Dhamma y después se levantaba y se retiraba, como si estuviera retando a los bhikkhus a esclarecer por su cuenta el significado de sus palabras. Normalmente los bhikkhus se dirigían al Venerable Mahākaccana, el principal expositor de las declaraciones breves, pero cuando éste se había ausentado, se dirigían a Ananda, "pues el Venerable Ananda es ensalzado por el Maestro y por sus sabios compañeros de la vida santa". Era tal la maestría de Ananda para exponer el Dhamma, que el Buddha llegó incluso a hablar de él como de una encarnación viviente de la Enseñanza.

Ananda había subordinado su vida al Dhamma de un modo tan completo, que la fama no podía hacerle orgulloso. Sabía que todo lo bueno que había en él se debía a la influencia de la Enseñanza y, con tal actitud, no cabía en su mente el orgullo y la complacencia. La persona que no es orgullosa no tiene enemigos ni se encuentra con la envidia. Es fácil no tener enemigos cuando uno se retrae completamente y evita las relaciones sociales -como solía hacer Anuruddha-, pero Ananda, el intermediario entre el Buddha y sus muchos devotos, se exponía constantemente a la malicia y al resentimiento de los de mente capciosa. Así pues, el puro hecho de que viviera sin enemigos, sin rivales, sin conflicto ni tensión, nos permite evaluar con justicia el carácter único de Ananda.

Si bien Ananda fue objeto de ciertas críticas justificadas y recibió ocasionalmente alguna amonestación, se debían a asuntos de comportamiento social o a las minucias del Vinaya, la disciplina monástica. Muy pocas veces tenían que ver con su práctica de auto-purificación o por su comprensión del Dhamma. Por ejemplo, una vez Ananda salió a hacer su ronda de mendicante sin su doble hábito. Sus compañeros bhikkhus le llamaron la atención recordándole la regla establecida por el Buddha según la cual, un bhikkhu debe llevar sus tres hábitos siempre que va a la ciudad. Ananda estaba completamente de acuerdo con ellos y explicó que simplemente lo había dejado olvidado. El hecho de que una persona como Ananda, que poseía la más extraordinaria de las memorias, pudiera olvidarse de algo, muestra que quien accede a la corriente no es todavía un ser perfecto. El Buddha, no obstante, pedía a los bhikkhus que prestaran atención diligente a los pequeños detalles de cada día de la vida y que basaran sus esfuerzos espirituales más elevados en el fundamento de esa disciplina, lo cual servía para evitar la comprensión puramente intelectual y la presunción.      

En otra ocasión, Ananda organizó una especie de círculo de costura para coser los bordes de los hábitos, pero Ananda no había considerado que esa hora de costura se convertiría probablemente en una hora de conversación casera, durante la cual los bhikkhus se complacerían en charlar frívolamente. Por esta razón, el Buddha promulgó un enfático interdicto concerniente al peligro del gregarismo mundano para un bhikkhu.

Quien quiera que encuentre toda su felicidad en el sentimiento de estar estrechamente unido a otros, no tiene acceso al gozo que sólo puede ganarse en reclusión. Y si esa persona alcanzara la absorción meditativa, su logro sería frágil. Pues, para la persona que gusta de la compañía es todavía más difícil alcanzar la liberación final. El Buddha concluye su advertencia declarando que jamás ha podido hallar un objeto de apego que no produzca sufrimiento debido a su inherente transitoriedad. Éste es el aspecto universal del Dhamma.

Vemos como a través de una amonestación amistosa, una advertencia o incluso un reproche substancial con el fin de cambiar una determinada actitud, son ayudas para una purificación más intensa. Tales críticas, si se llevan en el corazón, conducen a un incremento de la claridad interior y a un mayor aprecio por parte de los demás.

El asistente del Buddha

Una de las virtudes que dieron celebridad a Ananda fue su conducta como upatthaka del Buddha. El Bienaventurado dijo de él que era el mejor de todos los asistentes, el más destacado de todos los bhikkhus que ocuparon tal puesto.

Su afectuosa atención al Maestro consistía en los siguientes servicios: llevaba al Buddha agua para que se lavara la cara y pasta de madera para que se cepillara los dientes; arreglaba su asiento, lavaba sus pies, le daba masajes de espalda, le abanicaba, barría su celda y remendaba sus hábitos. También dormía a su lado para estar siempre a su alcance. Acompañaba al Buddha en sus rondas por el monasterio y, después de las reuniones, comprobaba que ningún bhikkhu hubiera dejado olvidada alguna cosa. Ananda se encargaba de hacer llegar a su destinatario los mensajes del Buddha y de convocar a los bhikkhus, a veces, incluso a medianoche. Y si el Buddha estaba enfermo, él le procuraba medicinas. De este modo, Ananda efectuaba las numerosas tareas cotidianas y cuidaba del bienestar físico de su primo Iluminado como una buena madre o como una esposa afectuosa.  

Pero, por encima de todo, Ananda debía efectuar su tarea de buen secretario, facilitando la comunicación entre los miles de bhikkhus y el Maestro. Por su gran habilidad para la organización, la negociación y los acuerdos, Ananda no rechazaba a nadie y se consideraba siempre como un puente y no como una barrera.  De otros muchos modos Ananda se mostró siempre como un monje solícito que combinaba perfectamente las cualidades de una madre y de un padre.

Es especialmente digna de mención la disposición de Ananda para sacrificar su vida. Cuando Devadatta dejó en libertad a un elefante salvaje con la intención de matar al Buddha, Ananda se arrojó delante del Bienaventurado, dispuesto a morir antes de que dañaran al Maestro. Sólo pudo ser disuadido de su intención de sacrificar su vida cuando el Maestro le retiró suavemente del lugar  mediante sus poderes sobrenaturales.

El guardián del Dhamma

La atención (sati) significa poder mental y poder de la memoria, dominio de los recuerdos y de las ideas. Ananda tenía esta facultad tan desarrollada que podía recordar las numerosas enseñanzas impartidas por el Buddha durante cuarenta y cinco años. Era capaz de tenerlas en mente tal y como fueran expuesta. Podía repetir, sin error alguno, discursos del Buddha de hasta sesenta mil palabras; era capaz de recitar de corrido hasta quince mil estrofas de cuatro versos de la enseñanza del Buddha.

Quizá nos parezca increíble que se pueda llevar a cabo tal proeza. Pero la razón de que nuestras memorias estén tan limitadas es que abrumamos nuestras mentes con cien mil cosas inútiles, lo que nos impide dominar nuestra memoria. El Buddha dijo en una ocasión que la única razón por la que uno olvida algo es la presencia de uno o de todos los cinco obstáculos: deseo sensual, malicia, letargo y somnolencia, agitación y preocupación y duda escéptica.

Pero Ananda se hallaba en el adiestramiento superior y habiendo escuchado muchas verdades, se había convertido en un recipiente de la verdad, lo que implica que había borrado de sí mismo cuanto pudiera haber de falso. Un ser como él es "nacido de la boca" del Maestro y está realmente adiestrado porque se deja moldear por la Enseñanza del Iluminado. Así pues, el que ha escuchado mucho es el más humilde y el campeón más sincero de la verdad.

La actitud de Ananda respecto a las mujeres

A causa de su amabilidad natural y su interés compasivo, Ananda promovió la fundación de la Sangha de las bhikkhunis. En una ocasión, un número de mujeres sakyas, bajo la guía de la madrastra del Buddha, Mahāpajapati Gotami, se acercaron al Maestro para suplicarle que estableciera una Orden de bhikkhunis. Tres veces pronunció Mahāpajapati su demanda y tres veces el Buddha se negó. Ananda, al ver a Mahāpajapati sentada ante la puerta de un monasterio sollozando, le preguntó por la razón de su tristeza, a lo que ella respondió que el Maestro había rechazado tres veces su demanda para el establecimiento de una Orden de bhikkhunis.

Movido por su compasión, Ananda decidió interceder por las mujeres, se presentó ante el Maestro y le preguntó: “¿Maestro, es posible que una mujer alcance los frutos del acceso a la corriente (sotāpanna), o del regresar una vez (sakadāgāmī), o del no regresar (anāgāmī), o del estado de arahant si abandona la vida de familia y abraza la vida sin hogar en el Dhamma y en la disciplina del Tathāgata”? El Buddha asintió.

Entonces, Ananda replanteó de nuevo su súplica: “Si una mujer es capaz de hacer todo esto, Señor, y además Mahāpajapati Gotami ha rendido gran servicio al Bienaventurado, ella es tía del Buddha, su institutriz y la niñera que se ocupó de alimentarle con su propia leche tras la muerte de la madre, por lo tanto, sería bueno si el Bienaventurado permitiera que las mujeres abandonaran sus hogares para abrazar la vida sin hogar en el Dhamma y en la disciplina del Tathāgata”.

Como respuesta a estos argumentos, el Buddha accedió a establecer una orden de bhikkhunis.

El propósito de este incidente no era evitar la fundación de una rama femenina de la Orden ya que todos los Buddhas han establecido una Orden para las monjas. Lo que se pretendía era reforzar, mediante su aparente indecisión, el mensaje de los grandes peligros que las monjas deberían afrontar. Por esta razón, el Buddha estipuló ocho condiciones tan extremadamente selectas, que solo las mejores mujeres estarían dispuestas a acatar.

Conversaciones con el Buddha

Muchas de las conversaciones entre el Buddha y Ananda son discursos para la instrucción de los demás, no solo para favorecer el desarrollo espiritual de Ananda. Por ejemplo, Ananda preguntó si existía una fragancia que fuera en contra del viento diferente de la de  las flores. La respuesta fue: “La fragancia de aquel que ha tomado el Triple Refugio y que es virtuoso y generoso”.

En otra ocasión, Ananda preguntó “¿Cuál es el propósito y la bendición de la virtud?” Y el Buddha respondió: “Estar libre de remordimientos y de sentimientos de culpabilidad y gozar de una consciencia clara”. Pero Ananda preguntó aun más: “¿Cuál es el propósito y la bendición de una consciencia clara?” Y el Buddha respondió: “Aporta alegría en los pensamientos y las acciones positivas, trae felicidad con el progreso realizado y proporciona un incentivo para seguir esforzándose más”. “¿Y qué resulta de ello?” “Uno experimenta regocijo en su corazón, se ve arrastrado hacia el gozo bueno y perfecto y de ello resulta la calma profunda y el conocimiento intuitivo”.

Una vez, Ananda se acercó al Buddha y dijo: “A mi parecer, Señor, la buena amistad es la mitad de la vida santa”. El Buddha discrepó: “¡No digas eso Ananda! La noble amistad es más de la mitad de la vida santa, ¡es toda la vida santa! Pues, ¿qué sería de la vida santa si no hubieran todos acudido al Buddha como a su mejor amigo, para que les enseñara el camino correcto?”

Dijo Ananda: “El origen dependiente (paticca-samuppada), Señor, es muy profundo, pero ante mi aparece con toda claridad”. El Buddha de nuevo discrepó: “¡Así no es, Ananda, así no! Este origen dependiente es profundo y aparece profundo; es realmente muy difícil de penetrar. Debido a que los seres no han comprendido ni penetrado este principio único, se ven atrapados en la rueda de nacimiento y muerte y no pueden hallar los medios para la libertad”.

En una ocasión, Ananda vio a un arquero exhibiendo extraordinarias proezas y el Buddha dijo que era más difícil comprender y penetrar las Cuatro Nobles Verdades que acertar y atravesar con una flecha un cabello dividido en siete partes.

Los últimos días del Buddha

Es el Mahāparinibbāna el más importante sutta en cuanto a la relación de Ananda con el Buddha. Es el tiempo de despedida, tiempo muy doloroso para Ananda. También es el tiempo en que el Dhamma comienza a declinar. El sutta también expresa la forma de practicar el Dhamma mientras se tenga oportunidad.

En un viaje postrero el Buddha se dirigió a Vessali seguido por un gran séquito, allí llegó a sentirse enfermo a causa de un mal mortal que le aquejaba. Ananda se encontraba muy abatido a causa de la enfermedad del Maestro y ante su tristeza el Buddha le dijo estas palabras: "Así pues, Ananda, cada uno de vosotros ha de ser una isla para sí mismo, cada uno debe morar en sí mismo como su refugio y con ningún otro como refugio; cada uno de vosotros tiene que hacer del Dhamma su isla, morar en el Dhamma como su refugio y en ningún otro como su refugio".

En una oportunidad, el Buddha le dijo a Ananda: "Todo ser que haya desarrollado los cuatro caminos que conducen al poder psíquico¹ y los haya convertido en su vehículo y fundamento podría, sí así lo deseara, vivir todo el eón o lo que queda de él². El Tathāgata ha hecho todo esto y podría, si se le pidiera, vivir hasta el final de este eón".

No obstante que el Bienaventurado le habló de este modo en tres oportunidades, Ananda no se percató de tan sugerentes palabras. Ananda no podía pensar correctamente, había perdido su atención ya que se encontraba abatido por la enfermedad del Buddha. Así que Ananda permaneció callado y no le pidió al Buddha que permaneciera con ellos por más tiempo. En su confusión, la mente de Ananda había sido atrapada por Mara, quien todavía tenía cierto poder sobre el discípulo.

Entonces Mara apareció ante el Buddha y le recordó su promesa hecha cuarenta y cinco años atrás, después de su Iluminación, que solo alcanzaría el Nibbāna final para cuando el Dhamma estuviera bien establecido. Ahora que eso ya se había consumado, el Buddha respondió a Mara: "No te molestes, Ser Maligno, dentro de poco tendrá lugar el Parinibbāna del Tathāgata. En tres meses, a partir de este momento, el Tathāgata abandonará definitivamente su cuerpo".

Al tiempo, Ananda le pidió al Buddha que permaneciera por el resto del eón, pero éste le respondió que el momento apropiado para ello ya había quedado atrás. Si Ananda hubiese prestado debida atención a las sugerentes palabras del Buddha, éste hubiera consentido la carga de una vida más prolongada y de este modo nuestro eón hubiera tomado un giro completamente distinto. Pero Mara se apresuró para evitarlo y así el curso de la historia quedó sellado.

Finalmente, el Buddha le habló sobre la transitoriedad a Ananda quien se encontraba embargado por la pena: “¿Acaso no he enseñado yo, desde el principio, que con todo lo que es apreciado y amado tiene que haber cambio, separación y ruptura? Nada se puede hacer para que cuanto surge, toma existencia, es condicionado y está sujeto a la decadencia no acabe por disolverse. Además, no es posible, que un Tathāgata se retracte de su palabra: dentro de tres meses el Buddha ha de alcanzar el Nibbāna final”.

Acto seguido, El Bienaventurado le pidió a Ananda que convocara a los monjes de la región a quienes les exhortó a que estudiaran y practicaran el Camino de la Iluminación. Al final del discurso anunció que “en tres meses a partir de ahora tendrá lugar el Parinibbāna del Tathāgata”. Y pronunció varios versos para que los monjes meditaran en ellos:

Ahora, mis años han madurado completamente,

es poco lo que me queda de vida.

Al partir os dejaré confiando solo en mí.

¡Sed entonces fervorosos, monjes, atentos y puros en la virtud!

¡Con firme resolución, guardad vuestra mente!

Aquel que en este Dhamma y disciplina

mora con atención constante,

abandonará el continuo vagar en nacimiento

y pondrá fin al dolor.

Después del Parinibbāna del Buddha

Tres meses después de la muerte del Buddha, el Venerable Mahākassapa, anciano principal de la Sangha, convocó un concilio para fortalecer el Dhamma y el Vinaya, participarían 500 monjes, entre los cuales Ananda era el único quien no había alcanzado el estado de Arahant. Pero Ananda era el que mejor conocía los discursos del Buddha y, por consiguiente, su asistencia al concilio era indispensable.

Cuando se aproximaba la fecha para el concilio, el Venerable Anuruddha sugirió que Ananda participara solo si alcanzaba el estado de Arahant. Cuando Ananda oyó esta severa estipulación, decidió aplicarse con todas sus fuerzas a la tarea de alcanzar el Nibbāna. Practicó los cuatro fundamentos de la atención a lo largo de la noche y en las primeras horas del día su mente se vio libre de toda corrupción. Subsiguientemente, Ananda, ya Arahant, participó en el concilio como el principal del Dhamma.

Después del Parinibbāna del Buddha, el Venerable Mahākassapa asumió la dirección de la Orden y Ananda, el segundo anciano dirigente y segundo santo más venerado designado para cuidar de la Orden. Después de haber sido monje  durante cuarenta años, sobrevivió al Buddha cuarenta años más.

A los 120 años de edad, Ananda sintió que su vida llegaba a su fin y optó por un modo de morir que armonizaba con su naturaleza bondadosa: se elevó por los cielos mediante sus poderes sobrenaturales y dejó que el elemento fuego consumiera su cuerpo. Se dividieron las reliquias y se erigieron estupas.

Tras su muerte, los ancianos que compilaban la subsiguiente recensión del canon, añadieron tres estrofas a la colección de Ananda en el Theragāthā:

De gran conocimiento, sostenedor del Dhamma,

guardián del tesoro del Gran Ser Dotado de Visión,

Ananda, el ojo del mundo entero,

ha alcanzado el Nibbāna final.

El dotado de visión, que era tan retentivo,

resoluto y de aguda memoria,

el anciano que sostenía el Dhamma verdadero,

Ananda era una mina de piedras preciosas.   


Notas

1  Los cuatro fundamentos de la atención (satipatthāna).

2 La máxima duración de una vida humana natural, 120 años. El dominio del maestro sobre los cuatro caminos al poder le otorgaba la habilidad de extender la duración de su vida 40 años más.