¡Levantémonos Juntos! por Ven. Bhikkhu Bodhi
En este oportuno artículo el Venerable Bhikkhu Bodhi invita a los buddhistas a asumir un rol más activo y volverse más visibles en defensa de la paz, la cordura básica y la justicia social. Como el Venerable correctamente dice: "Levantarse y hablar en apoyo de tales fines no es necesariamente entrometerse en la política partidaria."
Hace poco di con un reportaje que decía que 2.500 líderes religiosos habían firmado una petición instando al Congreso a rechazar a los candidatos del gabinete de Donald Trump calificándolo de “gabinete de la intolerancia.” Miré la lista de firmantes designados por cada religión y sólo vi a uno que se identificaba como buddhista. Esta observación reforzó mi perplejidad sobre por qué los maestros y líderes buddhistas en los Estados Unidos no son más francos al tratar asuntos de interés público. Considerando que el Buddhismo es aclamado ampliamente como la religión de la paz y la compasión por excelencia, me pregunto por qué no somos más visibles como defensores de la paz, la cordura básica y la justicia social.
Por supuesto, no somos un gran número de personas, pero no creo que esa sea la única razón de nuestra reticencia a hablar. Hay otros factores diversos que pueden estar involucrados. Uno es que la adopción del dharma como camino hacia la felicidad personal se persigue principalmente en el silencio de la sala de meditación. Otro es el temor de que el activismo político dispare nuestras pasiones y rompa nuestra frágil calma. Un tercero es la creencia de que el compromiso activo con los acontecimientos mundanos es un enredo en la ilusión. Y aún un cuarto es la opinión, difundida entre los maestros de dharma, de que debemos acoger a todos y no arriesgarnos a alienar a los estudiantes potenciales expresando nuestras convicciones políticas.
Ahora bien, creo que los maestros, cuya labor principal es enseñar las técnicas de la práctica de la meditación, no deben exponer sus opiniones políticas personales desde el cojín. También es inapropiado que los responsables de los centros de dharma usen su autoridad para respaldar a los candidatos a un cargo o para que su comunidad apoye un partido político. Sin embargo, yo trazaría una clara línea divisoria entre el respaldo político y la defensa de los asuntos públicos, y sostengo que abordar estos temas está dentro del dominio del maestro de dharma. La política actual no es simplemente un campo de batalla sobre el poder y el posicionamiento; es también un escenario donde se producen grandes confrontaciones éticas, confrontaciones que tienen un impacto crucial sobre todas las personas en este país y en este planeta. Si, por temor a molestar a otros, los maestros de dharma evitan abordar estos asuntos críticos, su silencio podría incluso considerarse una abdicación de su responsabilidad como líderes espirituales.
Hay ciertas convicciones que, como buddhistas, sostenemos y consideramos inviolables. Creemos, por ejemplo, que cada ser humano posee una dignidad intrínseca, que todos deben ser tratados justamente, que los que han caído en dificultades deben ser protegidos y tener la oportunidad de prosperar, y que los recursos de la Tierra deben usarse juiciosamente a partir del respeto por el delicado entramado de la naturaleza. Es probable que el estreno de Donald Trump como nuevo presidente de los Estados Unidos someta cada una de estas creencias a nuevos límites. Estamos entrando en un momento turbulento en que no será suficiente con que simplemente adoptemos el dharma como un régimen de adaptación ante las dificultades, un medio para mantener el equilibrio interno frente a las ondas de choque que se propagan a través del paisaje social. Necesitamos una agenda más audaz, un programa de resistencia colectiva inspirado por una visión radicalmente diferente de la interconexión humana, que afirme nuestro deber de respetar y cuidarnos unos a otros y de mantener un planeta habitable para las generaciones aún no nacidas.
Si, como partidarios de la fe buddhista, debemos marcar nuestra diferencia en las políticas públicas, tal vez tengamos que establecer un grupo de defensa buddhista, una alianza pan-buddhista basada en el reconocimiento de que las disputas políticas candentes son también cuestiones éticas en llamas sobre las cuales debemos tomar posición. Mediante esta alianza, podemos sacar el poder de la consciencia buddhista a la arena pública. Dado que nuestro número es relativamente pequeño, no podremos lograr tener mucho impacto por nuestra cuenta. Pero podemos unirnos a líderes progresistas de otras religiones que compartan nuestras convicciones, abogando juntos por la decencia humana y en defensa de nuestra democracia en apuros. Podemos reclamar, al unísono, una política de generosidad global en lugar del militarismo precipitado, programas que protejan a los pobres y a los vulnerables, el avance de la justicia social y racial y la rápida transición hacia una economía de energía limpia. Levantarse y hablar en apoyo de tales fines no es necesariamente entrometerse en la política partidaria. Es, más bien, llevar el peso moral del dharma a los asuntos que afectan la vida de las personas en todas partes, ahora y en el futuro.
Ven. Bhikkhu Bodhi
Nota: Artículo traducido con autorización expresa del autor por Ricardo Guerrero Diáñez (Buddhispano). Publicado en la revista Lion’s Roar el 18 de enero de 2017.
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